Hubo una vez
que uno de mis besos
soñó ser mariposa.
Coqueteaban sus alas con la brisa
en un exótico jardín tropical.
Enternecida por la tristeza
de una bella flor
que le parecía marchita
se acercó a darle consuelo
y la muy traicionera, era carnívora
y, se la comió.
Desde ese sueño:
mis besos duermen
en otros labios,
pero sin soñar.
Marcos E. Cabrera