Cautivos


Mis labios salieron a pescar un suspiro desde tu ombligo,
y sin darnos cuenta
ya estábamos hundidos en un mar de gemidos.
Una marea de caricias nos arrastró a la orilla,
y allí encontramos al tiempo;
desnudo y sin sentido,
y nuestros cuerpos estallaron como olas,
y se empaparon las horas,
y ni el amanecer nos pudo rescatar
de la isla del olvido;
en la que naufragan los amantes,
cautivos: del fuego que les corre
por la sangre,
de las palabras relampagueantes
que juran amor eterno:
por el cielo... por el infierno.
Cautivos: del egoísmo de los felices.

Marcos E. Cabrera